EN EL ALTAR DE LA CÁTEDRA DE LA BASÍLICA VATICANA, BENEDICTO XVI PRESIDIÓ EL FUNERAL POR EL CARDENAL ANTONIO Mª JAVIERRE.


Don José Mª Javierre está escribiendo una biografía sobre Fray Leopoldo. Todos lo saben desde que el pasado año nos hablara, con ocasión de la apertura del Cincuentenario de la muerte de “Fray Leopoldo, alforja al hombro”. Con sus papeles y lo que lleva escrito ha llegado hasta Roma para asistir a los funerales de su hermano. A él, a su hermano Andrés y a su familia y sobrinas hacemos llegar nuestra cercanía en estos momentos y nuestra más férvida oración porque el “siervo bueno y fiel de Don Antonio” esté ya en el gozo del Señor.



Finalizada la fiesta de San Juan Bosco y cuando el sol se había ocultado por las montañas del horizonte romano, amanecía al alba de la eternidad Antonio María Javierre Ortas, S.D.B. Cardenal, Prefecto emérito de la Congregación del Culto Divino y de la Disciplina de los Sacramentos. El apartamento del Cardenal durante todo el jueves 1 de febrero fue un hervidero de eclesiásticos (Cardenal Bertone, Laghi, Cipriano Calderón, Amato, Rector de la Iglesia de Montserrat, del Colegio Español en Roma…) y también fue un ir y venir incesante de religiosos/as, sacerdotes. A las 6 de la tarde, tras la llegada de su hermano José María Javierre desde Sevilla, concelebramos una misa en la pequeña capilla del apartamento a la que asistieron un buen número de religiosas. La parte musical la llevaron las HH. de la Cruz, tan unidas a la familia Javierre Ortas. José María Javierre, embargado por la dureza del momento tuvo valor para decir, entre lágrimas, que su hermano había sido un “religioso salesiano amante de la Iglesia y, sobre todo, una persona coherente”. Por la mañana del día 2, en la fiesta de la Presentación del Señor, a las 10,30 de la mañana acompañamos sus restos y con sus familiares recorrimos la plaza de san Pedro, pasamos por el arco de las campanas, entrando a la Basílica por la puerta del ábside, hasta el altar de la Cátedra donde a las 12, Benedicto XVI concelebró la Eucaristía del funeral.
En las exequias del cardenal Antonio María Javierre Ortas, Benedicto XVI, en su homilía, leyó pasajes de escritos inéditos del purpurado salesiano que manifiestan el gran amor de su vida: Cristo siempre está con nosotros en la Eucaristía. El Papa releyó algunas cartas que el antiguo prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, fallecido este jueves poco antes de cumplir los 86 años, había dirigido al Papa Juan Pablo II.
En 1992, en el momento en el que recibió el nombramiento como prefecto, el cardenal escribió: «Cuente, Santidad, con mi esfuerzo sincero de conducir a término el cometido que se me ha encomendado. Lo imagino gravitando por completo en torno a la EUCARISTIA», «escrito con mayúsculas», aclaró después Benedicto XVI.
«Todo gira en torno ese baricentro», señalaba el purpurado español nació en Siétamo (Huesca) el 21 de febrero de 1921. Con motivo de las bodas de oro de su ordenación sacerdotal, en la carta de agradecimiento al Papa Karol Wojtyla por la felicitación que le había enviado, el cardenal escribía: «En tiempos de mi ordenación, en Salamanca, el sacerdocio gravitaba íntegramente en torno a la Eucaristía… Es una alegría revivir los sentimientos de nuestra ordenación, conscientes de que en la Eucaristía, sacramento del Sacrificio, actualiza en plenitud su único Sacerdocio».
«El cardenal Javierre Ortas quiso que su existencia personal y su misión eclesial fueran un mensaje de esperanza; a través de su apostolado, siguiendo el ejemplo de san Juan Bosco, se esforzó por comunicar a todos que Cristo siempre está con nosotros». «Él, hijo de la patria de santa Teresa y de san Juan de la Cruz, cuántas veces rezó en su corazón: "Nada te turbe, / nada te espante. / Quien a Dios tiene / nada le falta / … / Sólo Dios basta», evocó en su clásico español, el pontífice.
Cuando a los 75 años se retiró del servicio activo a la Curia Romana, el cardenal envió estas palabras a Juan Pablo II reveladas por su sucesor: «No me resta sino impetrar que el Señor utilice – en registro divino – la bondad de su Vicario cuando en la tarde de la vida – no lejana – suene para mi la hora del examen sobre el amor».
«Dejó el encargo de prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos “de puntillas” para dedicarse al servicio que no se debe dejar nunca: la oración», explicó el obispo de Roma. «Y ahora que el Padre celestial ha querido tenerlo consigo, estoy seguro de que en el Cielo, donde confiamos que el Señor le ha acogido en su abrazo paterno, sigue rezando por nosotros», añadió. Citando un escrito del cardenal Javierre, el Papa concluyó: «Es maravilloso pensar que, independientemente de la serie de pecados de nuestra vida, basta elevar los ojos y ver el gesto del Salvador que nos acoge a cada uno con bondad infinita, con la máxima amabilidad». Sus venerados restos reposan ya, desde hoy, en las Catacumbas de San Calixto, en el panteón que en ellas tiene la Congregación Salesiana.