Beatificación de los Mártires de Casamari

Ceremonia BeatificaciónBeatificación mártires de Casamari: no son “héroes de cómic”
sino testigos de amor

Mártires de CasamariEl cardenal Marcello Semeraro preside la celebración eucarística con el rito de beatificación de Simón Cardón y cinco compañeros mártires, religiosos de la Congregación Cisterciense de Casamari, asesinados por odio a la fe en 1799. No eran “guerreros”, dijo el cardenal en su homilía, sino “hombres temerosos, como lo somos todos”.

El martirio de los nuevos beatos es “lejano en el tiempo”. Pero esto “no lo hace menos relevante”. “Eran hombres frágiles y temerosos: vulnerables, como lo somos todos un poco y como se demuestra especialmente en esta fase de pandemia”. Así lo destacó el Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el cardenal Marcello Semeraro, durante la misa que presidió en la abadía cisterciense de Casamari.

Un martirio lejano pero siempre relevante

El testimonio de los nuevos bendecidos está vinculado a una fecha y a un periodo histórico conflictivo. Era el año 1799. En enero, Nápoles es ocupada por las tropas francesas y se proclama la República Napolitana. El 13 de mayo de ese año, veinte soldados franceses entraron en la abadía de Casamari en busca de objetos preciosos para saquear. Cuando irrumpieron en el monasterio, la mayoría de los monjes intentaron salvarse. En esos dramáticos momentos, el padre Simone Cardon y otros 5 religiosos intentaron defender la Eucaristía de la profanación. “Estos mártires -explicó el cardenal Casamari- no eran héroes de “cómic”, sino personas normales. Eran hombres temerosos, como lo somos todos”. No eran “guerreros”, sino testigos del amor de Jesús que dijo a sus discípulos: “¡No tengáis miedo!”

Confiar en el Padre

Mártires de Casamari. ReliquiaEl testimonio de los mártires de Casamari es, pues, una página no relegada a la historia. Pero es un testimonio que también habla a la gente de hoy. “Ninguno de nosotros podrá perseverar en el seguimiento de Cristo sin tribulación, sin conflicto, sin ‘combate espiritual'”, dijo el cardenal Semeraro en su homilía.

La vida espiritual perfecta consiste en conocer el amor infinito de Dios y también la propia debilidad y, convencidos de ello, emprender la batalla espiritual para dar muerte a los propios deseos y afectos desordenados para hacer siempre y en todo la voluntad de Dios (cf. L. Scupoli, Combattimento spirituale cap. 1). Es, por tanto, desde esta perspectiva que hoy la Palabra del Señor nos pide que miremos el testimonio de los nuevos Beatos: la confianza en su preocupación paternal.

“Ellos – dijo finalmente el cardenal Semeraro – se ocupan de nosotros. Esta es la “reconfortante certeza que debe invadir nuestros corazones”.