La H. Juanita Méndez Romero, de la Congregación de las Obreras del Sagrado Corazón, declarada Venerable

Capilla de San José donde está sepultada Juanita

Capilla de San José donde está sepultada Juanita

PERFIL BIOGRÁFICO DE LA VENERABLE H. JUANITA
MÉNDEZ ROMERO
Religiosa de la Congregación de Obreras del Sagrado Corazón de Jesús

Lápida que cubre la tumba de la H. Juanita

Lápida que cubre la tumba de la H. Juanita

Nació en Villanueva de Córdoba (Córdoba) el 30 de enero de 1937, la tercera hija de una familia humilde y trabajadora. Su padre, enviudó muy pronto, quedando al cuidado de sus seis hijos; trabajó en una finca de la fundadora de las Obreras del Corazón de Jesús, Madre Mª Jesús Herruzo.

Sus hermanas mayores, Pilar e Isabel, ingresaron  como postulantes en la Congregación, y Juana entró como interna a los 10 años en el Colegio de las Obreras de su pueblo natal. Era una niña sociable, con alto sentido de la amistad, que sabía escuchar y tratar a los demás. Comienza a sentir la llamada del Señor, manifestándose su especial gusto por el Sagrado Corazón de Jesús y Cristo Crucificado, y el rezo del Vía Crucis. También vivía muy ilusionada con las misiones.

El 30 de octubre de 1950 comienza a manifestarse la enfermedad que la marcará  durante toda  su vida: tifus. Es muy  grave el 2 de noviembre, hasta temer por su vida. Mejora poco a poco, aunque sin poder moverse de su cama, y su cuerpo queda marcado por la gangrena y las llagas, que la acompañarán hasta su muerte.

En sus largos ratos de soledad y postración, comienza a profundizar en la  oración  y  la meditación,  la penitencia  y  el  Vía  Crucis,  la lectura. Ofrece sus sufrimientos, penas y alegría para la salvación de todos los hombres, por el Papa, la Iglesia y los sacerdotes, y sigue con su vocación apostólica y misionera.  Siguiendo el consejo de su confesor, hizo voto de víctima. Vivía con paz y alegría, se sentía feliz y disfrutaba de las visitas de otras niñas de la Residencia. Su vida estaba plenamente llena de sentido.

En el año 1963 le proponen ser Obrera del Corazón de Jesús, su gran deseo desde la infancia. Tras solicitar los permisos oportunos por su enfermedad, es postulanta y novicia, tomando el hábito el 19 de marzo de 1964. Su timidez y su natural reserva no le impiden crecer en su formación religiosa y su intensa vida interior y de oración. El 19 de marzo de 1966 hizo su profesión solemne, integrándose plenamente en la Comunidad de Obreras de Villanueva de Córdoba.

Se  dedica  a  labores  de  costura,  alternándolas  con  largos  ratos  de oración, lectura piadosa y profunda mortificación. Siempre fue un miembro activo  de la  vida  en  su  comunidad.  Nunca  dejó  de  cultivar  su  espíritu misionero, relacionándose  con los misioneros que pasaban por el pueblo y por carta. Atiende a las visitas que quieren conocerla, dejando edificados a los que se relacionan con ella, especialmente por su paz y su sonrisa, dando consejos y avisos con su gran capacidad de escucha, tolerancia, atención y respeto. Es catequista de grupos de Primera Comunión de la Escuela Hogar y de la Parroquia. Con los jóvenes también se relaciona, edificándoles con su jovialidad y sus constantes muestras de amor a Jesús Crucificado.

Su relación con sus Hermanas de Congregación es profundísima, viviendo en plenitud su vocación de Obrera y vibrando con el espíritu de sus Fundadores, animándolas especialmente a vivir la espiritualidad del Corazón de Jesús.

Para la Hermana Juanita Jesucristo es todo, fundamentando su vida en la unión con Cristo en el dolor. Escribirá: “Para Ti sólo cuenta el amor que pongamos en las cosas”. Siempre profesó gran amor, fe y cercanía a la Virgen María: su compañera de camino, alivio en el sufrimiento, modelo en el seguimiento de Jesús. Desde los 13 años en que se consagró por completo a Ella, cada año renovó su consagración personal en el día de la Inmaculada. Le decía: “Soy tuya para siempre”. Y durante las dolorosas curas diarias rezaban las tres partes del Rosario con su enfermera.

Tras cuarenta años en la cama, sólo pudiendo mover las manos, con su cuerpo completamente deformado y llagado, su salud se deterioró lentamente. Nunca se quejó abiertamente y nunca dejó de asistir a los actos comunitarios o de recibir las visitas; siempre complaciente y sonriente, siempre ocultando su sufrimiento, nunca triste ni frustrada.

En marzo de 1990 su salud empeora. El día 30, tras una transfusión, entra en coma profundo. Tras una aparente mejoría, falleció sin perder la conciencia y con gran serenidad a las 10:00 h. del 5 de abril, en presencia de la comunidad, su médico de cabecera y algunos familiares.

En su entierro, multitudinario, se leen unas notas que ella dejó preparadas: pide que nadie llore, porque está feliz junto al Padre y la Virgen, y da gracias por tantas personas que tanto han hecho por ella.

Sus restos  mortales  fueron  primero  sepultados  en  el  cementerio municipal de Villanueva de Córdoba, y luego trasladados a la Iglesia del Dulce Nombre de Jesús, en la Casa donde durante cuarenta años vivió su cruz unida a la de Cristo. En una capilla lateral, a los pies de un retablo con San José y Jesús Niño, su lápida lleva inscrita una de sus frases: “Quiero hacer de mi cama un altar desde el que con Jesús me ofrezca al Padre por un mundo mejor donde reine la paz y el amor”. Su tumba es frecuentada por fieles que se encomiendan a su intercesión.

La vida de la Hermana Juanita estuvo marcada por el dolor físico vivido y ofrecido por la humanidad que sufre y por la Iglesia, su sencillo trato y actitud de escucha y donación a cuantos se acercaron a ella, su intensa vida de oración y unión a Cristo Crucificado a quien tan ardientemente deseó imitar y unirse. Es un testimonio para todos los seres humanos que se empeñan en buscar un sentido al dolor y al sufrimiento en esta época en la más bien se pretende huir del mismo, un ejemplo de felicidad y plenitud de vida en medio del dolor y de la enfermedad.