Se cumplen treinta años del fallecimiento del Siervo de Dios Pedro Arrupe

Pedro Arrupe
Treinta años del fallecimiento de Pedro Arrupe, sacerdote jesuita

Arrupe trabajando en su despachoPara conmemorar esta fecha especial, el padre Luca López SJ, comparte un artículo publicado en la página web de los jesuitas de Latinoamérica, en el que reflexiona sobre la figura del padre Pedro Arrupe (prepósito general de la Compañía de Jesús entre 1965 hasta 1983) como “renovador y gobernante”.

Se cumplen 30 años del fallecimiento del padre Pedro Arrupe, sacerdote jesuita español, prepósito general de la Compañía de Jesús entre 1965 y 1983.

Para conmemorar esta fecha especial, el padre Luca López SJ, comparte el siguiente artículo publicado en la página web de los jesuitas de Latinoamérica:

Pedro Arrupe SJ llegó al gobierno de la Compañía de Jesús en 1965. Entre los jesuitas del momento se agitaban dos corrientes surgidas tras la restauración de la Orden a comienzos del siglo XIX: los que querían un diálogo con los cambios socioculturales a través de una espiritualidad del discernimiento y los que pretendían permanecer en las formas y luchas heredadas – el combate al marxismo, al modernismo o al laicismo mediante la apologética y una piedad religiosa empeñada en conquistar espacios propios para la Iglesia y la Compañía de Jesús -.

La restauración de los jesuitas

La restauración de los jesuitas (1814), realizada por hombres de gran entusiasmo, se hizo, sin embargo, bajo el convencimiento de que el cristianismo sólo podría prosperar en un régimen político y social confesional. Las ideas de la ilustración y los cambios sociales chocaron contra ese modelo de Iglesia y de Compañía de Jesús que se organizó piadosa y combativamente con la pretensión de conquistar su lugar en una sociedad percibida como enemiga.

Me incorporé al noviciado de los jesuitas el 22 de septiembre de 1981 junto a otros dos compañeros canarios y cuatro peninsulares. Poco más de un mes antes, el 7 de agosto, a la vuelta de un viaje a Filipinas, cuando Pedro Arrupe aterrizaba en Fiumicino, sufrió una trombosis que paralizó su lado derecho y lo inhabilitó para gobernar la Compañía de Jesús. De acuerdo a sus Constituciones, la Orden nombró al norteamericano Vincent O’Keefe, hombre de confianza de Arrupe, como Vicario General con el encargo de regir a los jesuitas hasta que una próxima Congregación General nombrara al sucesor del jesuita vasco.

El voto de obediencia al Papa

Sin embargo, Juan Pablo II, máximo responsable de una Orden que incluye un voto de obediencia al Pontífice, intervino de modo inusual invalidando el nombramiento del vicario y estableciendo al italiano Paolo Dezza SJ como delegado suyo para conducir a la Compañía de Jesús, retrasando la convocatoria de su máximo órgano de gobierno colegiado durante dos años.

En 1983, recuperando el modo de gobierno ordinario, los jesuitas nombraron a Peter-Hans Kolvenbach SJ, de los jesuitas en Líbano, como superior general. Kolvenbach gobernó la Orden durante los años de mi formación y mi primera incorporación a la misión de la Compañía de Jesús. Sin embargo, la inspiración de Arrupe ha sido y sigue siendo determinante para entender qué es la Compañía de Jesús hoy y mi propia historia vocacional.

Pedro Arrupe: superior general de 1965 a 1983

El 5 de febrero se cumplieron treinta años del fallecimiento de Pedro Arrupe SJ, superior general de los jesuitas desde 1965 hasta 1983. Arrupe fue duramente criticado por quienes, aun valorando su personalidad e incluso santidad personal, lo consideraban un gobernante débil que cedía ante la presión de los tiempos.

A su juicio, con Arrupe, la Compañía de Jesús se habría adecuado demasiado a los valores de este mundo, sus sacerdotes habrían dejado sus funciones para dedicarse al activismo sociopolítico, y la formación, signo de identidad de los jesuitas, se habría debilitado discurriendo por temáticas y planteamientos poco sólidos y, en ese sentido, infieles a la enseñanza de la Iglesia.

Emprender nuevos caminos

Sin embargo, Arrupe no era un gobernante ingenuo que ignorara los problemas de la Compañía de Jesús. Con precisión y fino análisis presentaba a sus compañeros los desafíos e indicaba lo que, con buen criterio, entendía como falencias de la Orden. En sus llamadas de atención, instaba a todos los responsables de comunidades e instituciones de la Compañía de Jesús a sumarse al esfuerzo de proponer y activar medidas que mejoraran cada una de las debilidades detectadas.

La sociedad entera estaba siendo agitada por nuevas tendencias culturales. La Iglesia, desde el Concilio Vaticano II tal y como constataba Pablo VI en su magnífica exhortación “Evangelii Nuntiandi”, debía emprender nuevos caminos adecuando su actuación a los signos de los tiempos y adoptando los planteamientos señalados por el Maestro Jesús: ser el fermento en la masa o la sal de la tierra, pero no pretender ser el pan entero ni tampoco convertir a la sociedad en sal.

Arrupe: Renovador y gobernante

Hace un lustro, el cantautor y escritor Gontzal Mendibil, autor de un musical sobre la figura de Arrupe, protagonizó un diálogo periodístico con Mikel Arizareta en el periódico NAIZ. Mientras Mendibil alababa la figura de Arrupe como un renovador y un gobernante que iluminó nuevas sendas, Arizareta, que asumía desconocer en buena medida la trayectoria del mismo, arremetía contra los jesuitas y su “obediencia ciega”, considerando toda su herencia como oscurantista, con las excepciones de otros dos jesuitas vascos, los teólogos centroamericanos de la liberación Ignacio Ellacuría SJ y Jon Sobrino SJ.

Probablemente, la mayoría de los jesuitas discreparemos de algunas posiciones de Mendibil y del planteamiento general de Arizareta, pero mayoritariamente vemos a Arrupe como un hombre de gobierno capaz de alentar caminos nuevos, cuando las alternativas eran un retorno a respuestas de otros tiempos.

Una Iglesia en búsqueda

El Centro Arrupe de Sevilla ha colocado como lema a la entrada del mismo un texto de Arrupe que, creo yo, sintetiza, en buena medida su acción de Gobierno: “Me espanta que podamos dar respuestas de ayer a los problemas de mañana. No pretendemos defender nuestras equivocaciones, pero tampoco cometer la mayor de todas: la de esperar con los brazos cruzados y no hacer nada por miedo a equivocarnos”.

Hoy, en una sociedad en permanente cambio, la Iglesia entera, pastoreada por Francisco, está en esa búsqueda.