"...Y FLORECERÁN LOS CLAVELES QUE ABRIRSE NO QUIEREN... "

El sepulcro de Fr. Leopoldo, situado en el fondo de la capilla-cripta, donde se conservan sus venerados restos es, desde siempre, meta incesante de peregrinos. Los devotos, en progresivo aumento, acuden al corazón del “frailecito de barbas blancas”, aquejados con miles de problemas: allí llega la anciana agradecida, la persona agobiada por la soledad, el dolor, la angustia, la tristeza, la madre preocupada por los problemas de sus hijos, el enfermo que aun no ha perdido la esperanza, los jóvenes con sus apuntes de clase… Las gentes dejan sobre su tumba flores. Aquel capuchino, limosnero andariego durante cincuenta años por las calles de Granada, a cuyo paso florecían las gracias de Dios y los favores divinos, continúa, a los cincuenta años de su muerte, haciendo posible que sobre su tumba “florezcan los claveles que abrirse no quieren”… y la gracia de Dios, como riachuelo oculto y fecundo, sigue prodigándose en beneficio de todos los necesitados…
Toda la vida de Fr. Leopoldo fue un continuo acto de amor a Dios. Oraba con devoción, hablaba de Él, se encomendaba a Él, exhortaba a todos a que lo amaran. Se pasaba horas de adoración ante el sagrario. Y todo lo hacía por amor de Dios. Era un hombre de Dios, en la calle y en el convento, por sus virtudes y por su ejemplo. Buscaba siempre estar en unión con Dios. Daba gusto hablar con él porque siempre se sacaba algún provecho espiritual. Cuando escuchó por primera vez la frase “por amor de Dios”, le conmovió de tal manera que decidió actuar siempre con ese criterio. El amor a Dios era el eje y el motivo de toda su vida. Cumplía con sus obligaciones a la perfección y eso no se puede explicar si no hay un amor extraordinario a Dios. Amó a Dios con toda su alma. Estaba siempre fijo como un halcón a la obra que Dios estaba realizando. Se le veía siempre como absorto en Dios y alejado de las cosas terrenas. Bastaba oírle silabear dulcemente las tres Avemarías, con aquella dulce lentitud tan suya, para advertir en él la presencia de un ‘algo’ que quemaba su vida entera en un inextinguible fuego interior.


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“Esto ha sido obra de Fr. Leopoldo”…

Zaragoza a 27/09/06

Me dirijo a ustedes mediante esta carta en agradecimiento a lo que Fray Leopoldo hizo por mí. Hace unos meses atravesé un mal momento, en lo que a médicos se refiere, ya que me hicieron una biopsia por un bulto en el pecho, en esos días lo pasé muy mal, me imagino que como todo el mundo cuando le hacen algo parecido, ya que tengo un hermano que atravesaba un momento igual de malo que el mío, ya que le tenían que analizar un tumor; y una conocida, que tiene una gran fe en el fraile, me dio una estampa y me dijo: “llévala siempre contigo y ya verás como todo sale bien, a mí me ha ayudado siempre”, y me dio otra para mi hermano.
Como persona creyente que soy la guardé y le estuve rezando todos los días, pidiendo por mi hermano y por mí.
Cuando llegó el momento de ir al médico a por los resultados tenía miedo, pero confiaba en el fraile; cuando entré en la consulta y el médico me dijo que estaba todo bien, no podía creerlo, así que lo primero que le dije a mi hija fue: “esto ha sido obra de Fray Leopoldo”.
Pasó el tiempo y mi hermano también fue a por los resultados y también fueron buenas noticias, el tumor había que extirparlo pero era benigno.
Siempre estaré agradecida a la persona que me dio la estampa pero, sobre todo, a Fray Leopoldo que es el que me ha ayudó en los malos momentos y espero que siga haciéndolo.
Espero que no les haya molestado mi carta, pero me imagino que serán más los testimonios que tendrán de otras personas, y si no es mucho pedir me gustaría que me mandaran algunas estampas o algo de Fray Leopoldo para poder dárselas a personas que lo necesiten para que le ayude igual que me ayudó a mí.
Gracias por todo.

Atentamente:
Firmado: Sagrario Ovedé González.




“La intercesión de Fr. Leopoldo ayuda a caminar”…


Apreciable amigo Fr. Leopoldo:

No hace mucho te escribí diciéndote que estaba bien de mis rodillas y cual fue mi sorpresa cuando a los pocos días me quedé sin poder caminar otra vez, pero, como siempre, gracias a la intercesión de Fr. Leopoldo otra vez estoy caminando a pesar de algunas pequeñas molestias.
Y un día en la calle me encontré a un médico conocido que había trabajado con él varios años y quiso que me hiciera una radiografía para que él viera el estado de mi rodilla. Los resultados fueron tan sorprendentes que el mismo médico me dijo que podía realizar la actividad normal y que lo sucedido era de “carácter sorprendentemente inexplicable desde el punto de vista médico”. Me recetó poca medicación para tomarla ocasionalmente.
Así que, gracias a Fr. Leopoldo, al que tanto le pido para mayor gloria de Dios, me lo está consiguiendo todo.


Sor Josefina Jiménez.
Hijas de la Caridad. Colonia Cervantes.
Granada.