Malawi: 60 huertos ecológicos garantizan dignidad a
los enfermos de Sida
De Sant’Egidio, Slow Food International y algunas comunidades de Laudato si’ nace un proyecto de agricultura orgánica y venta de productos biológicos que ofrece una oportunidad de redención a los seropositivos que, además de la pobreza, sufren el estigma de la sociedad. El testimonio de Kondwani: los formamos y les damos herramientas, pero es la tierra la que los hace libres.
Si digo Malawi, ¿qué me viene a la mente? ¿Pobreza? ¿Hambre? ¿Corrupción? ¿Enfermedad? Sí, así es. Es el país más pobre de África, según datos de Naciones Unidas, y vivir en esta tierra, aunque cuenta con recursos, significa tener una existencia hecha de penurias y dificultades donde a los niños les toca un futuro sin infancia, sin escuela, sin hogar, sin futuro.
Entre las principales razones de esta situación están una agricultura pluvial, es decir, basada en lluvias estacionales que sólo duran cuatro meses al año y una población en rápido crecimiento, dos tercios de la cual, sin embargo, tiene menos de 30 años. La economía depende en gran medida de las ventas de tabaco, té y caña de azúcar que en los últimos tiempos se han visto frenadas por la sequía provocada por el fortalecimiento de El Niño – un fenómeno meteorológico causado por el cambio climático- y, en particular, al calentamiento del océano Pacífico. La sequía y las plagas también han reducido considerablemente el cultivo de maíz, esencial para la preparación de la “nsima”, una especie de papilla espesa que es el alimento básico del país.
También influyen significativamente en la grave crisis económica que afecta a Malawi la escasez de electricidad, el acceso al agua potable, la falta de infraestructuras y la incertidumbre política, a pesar de que existe un fuerte deseo de democracia y cambio entre la población local. Todos estos elementos han provocado una drástica caída del poder adquisitivo que ha aumentado exponencialmente el número de malawianos que viven por debajo del nivel de pobreza extrema. Y luego está la plaga del Sida que sigue extendiéndose, como en el resto del continente, a pesar de los enormes avances en la educación para la prevención gracias al compromiso de la Iglesia, las asociaciones y las ONG.
Sant’Egidio en primera línea
Davide Brambilla, biólogo de profesión, participa desde hace años en el programa Dream de la Comunidad de Sant’Egidio y supervisa a nivel internacional varios laboratorios y centros para el tratamiento de la infección por el VIH y otras enfermedades como la tuberculosis, el virus del papiloma, la hepatitis, la diabetes y la enfermedad renal crónica. Su trabajo y su pasión le han llevado a las calles de Malawi, pero también de Tanzania, Kenia y la República Centroafricana:
“Todo empezó – cuenta – cuando era estudiante del último curso en la Facultad de Ciencias Biológicas del Departamento de Virología de la Universidad de Milán. Estaba a punto de empezar mi año de prácticas para graduarme, pero el deseo de salir y explorar el continente negro era más fuerte. La Comunidad de Sant’Egidio, que había comenzado su trabajo para el tratamiento de la infección por el VIH en África en 2001, me llamó y me invitó a partir. Así que no lo pensé dos veces. Fui a Mozambique en 2005 para un curso de formación panafricano organizado por el programa Dream y, desde allí, me trasladé a Malawi, en 2006, para trabajar en mi tesis de grado sobre nuevas metodologías de diagnóstico para la detección del VIH. El primer avión de mi vida fue a África, sabía que estaba profundamente unido a esta tierra, sabía que nunca dejaría de subir a los aviones que me llevarían por todo este continente”.
El proyecto de los huertos
En este país, pobre entre los pobres, existe, sin embargo, una iniciativa que está dando frutos inesperados al encender luces al final de los muchos, demasiados túneles: es el proyecto de huertos orgánicos cultivados y mantenidos precisamente por los pacientes seropositivos pertenecientes al programa Dream. “La idea nació en 2017 – explica Davide – gracias a la iniciativa de Sant’Egidio y Slow Food International, con el apoyo de una recaudación de fondos organizada por las Comunidades Laudato si’ que viven en Olgiate Olona, en el marco de una cena benéfica titulada ‘9000 albóndigas para Malawi’. El objetivo inicial era poner en marcha tres huertos en la zona de Blantyre, una ciudad de la región central del país, para apoyar a algunas familias de pacientes muy pobres e incluso para producir frutas y verduras para el centro nutricional “Giovanni Paolo II”, también gestionado por Sant’Egidio, que proporciona una comida diaria a unos 700 niños de la zona.
“Con el tiempo y el apoyo recibido – explica – hemos conseguido crear 60 huertos en todo Malawi, que dan trabajo a unos 900 agricultores, 15 más o menos por cada huerto, y los frutos de la tierra benefician a más de 5.000 personas. En los últimos meses hemos seguido trabajando con estos huertos y hemos creado las Comunidades de Apoyo Agrícola, que reúnen a los agricultores con los clientes, de forma que se asegura el trabajo y los ingresos económicos de los trabajadores del campo, así como el apoyo y la ayuda de los propios compradores que se convierten en partícipes de las decisiones y estrategias de cultivo asegurando el consumo de hortalizas biológicas saludables: un círculo virtuoso que creo que será muy seguido con el tiempo”.
“Puede parecer – asegura Brambilla – que esta actividad no está relacionada con mi trabajo como supervisor de los laboratorios de biología molecular Dream, pero hay que pensar que el tratamiento de la infección por el VIH también pasa por el aspecto de la nutrición que refuerza el sistema inmunitario y permite una mejor asimilación de los medicamentos antirretrovirales. Además, estos huertos dan una nueva oportunidad a estos pacientes que, en un principio, se vieron acosados y aquejados por la enfermedad y pensaron que no tenían posibilidad de redención y quedaron al margen de la sociedad, teniendo que llevar sobre sus hombros la carga, el estigma de la enfermedad”.
Artesanos de un mundo Laudato si’
“La terapia gratuita – prosigue Davide – les ha dado una segunda vida y la posibilidad de recuperar las fuerzas para trabajar, plantearse nuevos retos y cuidar de su familia de forma independiente. Y qué mayor satisfacción para un padre o una madre que la de llevar el pan a casa para sus hijos asegurándoles una existencia más digna. Además, la formación los convirtió en perfectos agricultores capaces de producir excelentes materias primas. Durante muchos años, la Comunidad de Sant’Egidio ha proporcionado a los pacientes del programa Dream paquetes de complementos alimenticios, pero la crisis económica mundial desde 2008 ha incrementado mucho el precio de las materias primas, por lo que se nos ocurrió la idea de los huertos”.
“Se trata, por tanto -agrega Brambilla – de un proyecto que encaja perfectamente en el camino trazado por el Papa Francisco en su encíclica Laudato si’ porque combina y aúna tanto las cuestiones sociales como las medioambientales: los huertos son todos ecológicos y no se utilizan sustancias químicas, y además se trabaja para proteger la biodiversidad en pleno respeto del medio ambiente que, por muy hostil que parezca, puede ofrecer a cambio muchos recursos. Una vez más se hace realidad esta maravillosa idea: el amor y el cuidado de la tierra benefician tanto a los pobres como a la naturaleza. ¿Cómo va a continuar esto? Sé que será con la perseverancia, presencia, cooperación y unidad entre todos, así lograremos hacerlo aún mejor, ser artesanos de un mundo “Laudato si’”. Lo importante es desencadenar buenos procesos que puedan cambiar las cartas sobre la mesa y ganar la partida, contra la enfermedad, la muerte y el hambre”.
El testimonio de Kondwani
Directamente desde Lilongwe, la capital de Malawi, nos llega también el testimonio de Kondwani Phiri, agrónomo, responsable de los huertos de Sant’Egidio en el país, que nos habla del cansancio pero también de la enorme satisfacción de ver cómo la gente pobre, además enferma de Sida, vuelve a dar un sentido a su vida.
“Están aquí trabajando en estos huertos, varias horas al día, bajo el sol y son felices – explica Kondwani -. Mujeres, hombres, incluso niños pequeños, para cada uno de ellos esto no es ‘sólo’ una forma de sobrevivir al hambre, sino un recurso precioso para recuperar la dignidad, la credibilidad y caminar con la cabeza alta, afrontando incluso la enfermedad de una forma diferente”.
Kondwani insiste en el método y las materias primas que se producen en los huertos: “Queremos introducir una especie de agricultura ecológica, animando a los agricultores a producir verduras sin productos químicos, porque hemos comprobado que hay muchas infecciones secundarias que provienen de los pesticidas y los fertilizantes químicos. Además de contaminar nuestro medio ambiente, también hemos visto que muchas especies de nuestra biodiversidad están desapareciendo por culpa de este tipo de agricultura que explota el suelo”
“Procedemos así. Primero formamos a grupos de personas a los que se les dan parcelas; luego les damos las herramientas prácticas y teóricas para que produzcan verduras con este nuevo método, hasta que sean autónomos. Las verduras son tanto alimentos como hierbas medicinales, utilizadas para tratar diversas enfermedades.
Dignidad también para las mujeres víctimas de abusos
Hemos visto que en todos los centros de Dream este proyecto ha sido bien recibido, porque aumenta la fertilidad del suelo y promueve la biodiversidad en nuestro país. También pensamos que este proyecto puede ayudar a que las mujeres sean económicamente independientes y así evitar que sean maltratadas en la familia por sus maridos”, agrega Phiri.
Conocemos, por ejemplo, la historia de Sybil Bamba, que sufrió la violencia y luego, al encontrarse en el programa Dream, tuvo la oportunidad de empezar de nuevo, de independizarse, dejando atrás a su verdugo, de mantener a su familia y a sus hijos vendiendo las verduras que había cultivado en el mercado, y también informando a los compradores de que las verduras se habían producido sin productos químicos ni pesticidas.
“Queremos proponer la ampliación de este proyecto a otras zonas, para que otros puedan beneficiarse de él, porque las familias de Malawi tienen unos ingresos muy bajos. Debido a la pobreza, se les anima a comprar pesticidas u otros productos químicos, pero no tienen medios, por lo que las mujeres pasan hambre y los niños están desnutridos. Este proyecto es una respuesta, una oportunidad para las familias de Malawi, especialmente las que tienen miembros con VIH, pues se crean comunidades de tipo familiar ampliado donde los diferentes miembros pueden interactuar, compartir sus historias y animarse mutuamente. Este proyecto es una maravillosa oportunidad para la gente de Malawi”, concluye.