Tras las huellas españolas
en Santa María la Mayor
El Papa sigue con la tradición ligada a España y ha nombrado
como nuevo canónigo de la basílica a monseñor José Jaime Brosel,
rector de la iglesia de los españoles en Roma
La basílica de Santa María la Mayor en Roma tiene siete nuevos canónigos y uno de ellos es español. Se trata de José Jaime Brosel, actual rector de la Iglesia Nacional de Santiago y Montserrat, conocida popularmente como la iglesia de los españoles en Roma. Cuando tome posesión junto a los otros seis canónigos de distintas nacionalidades —italiana, alemana, irlandesa y portuguesa— el próximo 28 de abril, el sacerdote valenciano tendrá que compatibilizar ambos cargos. Pocos saben que esta hermosa iglesia, una de las cuatro basílicas papales junto con San Pedro, San Juan de Letrán y San Pablo Extramuros, respira España por los cuatro costados, sobre todo, gracias al legado que muchos de sus ciudadanos ilustres han dejado en esta ciudad.
«Históricamente, ha habido un vínculo muy fuerte entre España y Santa María la Mayor. Por ejemplo, Rodrigo de Borja, que era el arcipreste de la basílica y que luego sería el Papa Alejandro VI, usó el oro llegado de América que le regalaron los Reyes Católicos para dorar el artesonado», explica el nuevo canónigo a Alfa y Omega. Otro Pontífice español, el primer Papa Borja, que gobernó bajo el nombre de Calixto III, hizo varias donaciones a la basílica, entre ellas, la tiara de plata y oro con la que fue coronado. Esta joya se perdió durante el saqueo de Roma junto a otros importantes tesoros que albergaba la basílica. Eso fue lo que sucedió con un relicario que donó la reina Margarita de Austria —esposa de Felipe III—, ligando su nombre y el de España a la reliquia de la sagrada cuna que, según la tradición, acogió al Niño Jesús. De ahí que la basílica sea conocida como el belén de Occidente, donde se celebró por primera vez Misa en Nochebuena; una costumbre que mantuvieron los Papas. Los restos del pesebre fueron venerados en el regalo de la monarca española hasta 1797, cuando desapareció tras un nuevo saqueo durante la ocupación napoleónica de Roma.
Al entrar en el templo, en la parte derecha del atrio, se erige una estatua diseñada por el arquitecto y escultor Gian Lorenzo Bernini, que fue enterrado en la basílica. Es la del rey español Felipe IV, quien contribuyó con numerosas donaciones, convirtiéndose en uno de los principales benefactores de Santa María la Mayor. De hecho, fue en 1647 cuando el Papa Inocencio X levantó la Obra Pía en esta basílica, asignando una renta anual a cambio de ciertos privilegios para la monarquía española. Desde aquel momento, los reyes de España tienen el título de «protocanónigo honorífico».
Todos estos elementos, tal y como explica Brosel, «son los que llevan a que, en 1953, Pío XII firme un documento que se llama Hispaniarum fidelitas. En él se establecen tres celebraciones anuales por España y, además, señala que habrá siempre un canónigo de nacionalidad española». El primero fue Miguel Roca, seguido de Justo Fernández Alonso, ambos rectores en su momento de Montserrat. El último, hasta ahora, ha sido Juan Esquerda. El recién nombrado, el valenciano José Jaime Brosel, explica que, si tuviese que definir la labor de los canónigos en la vida del templo, se resumiría como «el clero de la basílica». También resalta que, con la última reforma de los estatutos del Papa Francisco, «lo que se ha querido es liberar a los canónigos de toda cuestión administrativa para centrarse, sobre todo, en su tarea en la liturgia y en la pastoral de cara al Jubileo de 2025».
Otro dato poco conocido es que el español san Ignacio de Loyola eligió Santa María la Mayor para celebrar su primera Misa como sacerdote. Después, fundaría la Compañía de Jesús, para la que fue muy importante esta basílica. «El cuadro de la Salus Populi Romani era un símbolo de identidad que dejaba claro la adhesión al Papa. Sobre todo, durante la contrarreforma se dedicaron a propagar la imagen de la Salus», detalla Brosel. De hecho, el cardenal Francisco de Toledo, el primer jesuita en ser elevado a esta dignidad, dejó en su testamento toda la herencia a la Virgen que se venera en la basílica. Una devoción a la patrona de Roma que también ha hecho suya Francisco. El Pontífice jesuita ha dejado claro que, cuando fallezca, no quiere ser enterrado en el Vaticano, sino en este templo, al que iba a rezar siempre en Roma, incluso antes de ser elegido Papa.
Francisco y su vínculo con la patrona de Roma
El Papa tiene una gran devoción a la Salus Populi Romani, patrona de la Ciudad Eterna, y no es raro verlo rezar ante su icono. De hecho, todos sus viajes apostólicos se los encomienda a la Virgen, cada vez que entra o sale del Vaticano; también después de pasar por el hospital, cuando se ha sometido, por ejemplo, a alguna operación, o en momentos delicados, como fue la pandemia. Otro de los gestos significativos que ha tenido el Pontífice fue el pasado 8 de diciembre, un día con esencia española en Roma, puesto que el Papa se desplaza hasta la puerta de la Embajada de España para rezar ante la Inmaculada en el día de su solemnidad. En 2023, después de acudir a esta tradicional cita, el Pontífice se desplazó también a Santa María la Mayor para depositar una rosa de oro ante el icono de esta advocación mariana. La última vez que un Papa tuvo este gesto había sido 400 años antes, con Pablo V.