Venerable Van Thuan, hombre de Dios, ejemplo de cristianismo

Venerable Van Thuan
Venerable Van Thuan, hombre de Dios, ejemplo de cristianismo

Venerable Van ThuanEl cardenal vietnamita fue recordado con una misa en la basílica romana Santa María en Trastévere, un día después del 19º aniversario de su muerte. En este contexto, Luisa Melo, administradora de su causa de canonización, declara: “Me marcó su sencillez y su vida de pobreza”.

Un hombre extraordinario y singular, con una gran experiencia cristiana, un verdadero hombre de Dios, lleno de paz y alegría, afable, rico en intuición humana, capaz de sorprender a cualquiera con su sencillez. Así recuerda Luisa Melo, del Dicasterio para el Servicio y el Desarrollo Humano Integral, administradora del proceso de canonización del cardenal François-Xavier Nguyên Van Thuân, el purpurado que estuvo a su lado desde su llegada en 1994 como vicepresidenta del entonces llamado Consejo Pontificio de Justicia y Paz, y hasta el día de su muerte en 2002.

Melo destaca “la fuerza de su experiencia cristiana, cimentada en la oración”, y no deja de asociarla a recuerdos personales y preciosos, como cuando Van Thuan entró por primera vez a la oficina en 1994. “Por supuesto, ninguno de nosotros podía imaginar que un arzobispo pudiera ir al trabajo en moto, ¡acompañado de otro sacerdote vietnamita!”

La capacidad de entrar en los corazones

Este fue el primer paso hacia el corazón de Melo y sus colegas, que quedaron marcados por la sencillez de este hombre y que, aún hoy, están dispuestos a decir que son privilegiados por haber compartido con él tristes y hermosos recuerdos. “Era tan humilde y afable que enseguida entró en nuestros corazones.

Cardenal Van Thuan, inspiración para los encarcelados

Dedicaba parte de su tiempo a cada uno de nosotros, cualquiera podía ir a hablar con él, cualquiera era recibido, quería compartir y llegar a cada persona, tanto en la oficina como fuera de ella”. Hoy, durante la misa en la Basílica de Santa María en Trastevere, el pensamiento de todos se dirigió a la sencillez de este gran religioso, al que se le pidió que intercediera por todas las personas que sufren de Covid, especialmente en Vietnam y en los países más pobres.

El don de la humildad, la virtud de la sencillez

Sobre todo, un aspecto de Van Thuan está en la memoria de Melo: su forma de vivir la pobreza en todos los aspectos de la vida.  “Renunció a muchas donaciones que le hicieron para enviarlas a la formación de seminaristas y sacerdotes. Todo ello fue para nosotros motivo de admiración y amor por una persona tan sencilla, humilde y extraordinaria”.

Luisa Melo, también gracias al ejemplo de este sacerdote, “en profunda unión con Cristo y con la Virgen”, pudo, después de haber pasado junto a él los siete meses de la enfermedad que le llevó a la muerte, transformar el sufrimiento del luto en un motivo de alegría para que hoy pueda formar parte de esta causa de canonización.  El cardenal Van Thuân era un hombre dotado de una profunda sabiduría oriental, con una vida inmersa en los dramas de la vida humana, había sufrido la violencia a causa de su fe cristiana, que le transmitió su familia, que contó con varios mártires: entre 1698 y 1885, algunos de sus antepasados fueron de hecho perseguidos por su fe.

La persecución y su perdón

Fue sobre todo su madre quien le educó en un cristianismo profundo hasta que entró en el seminario a los 13 años y se hizo sacerdote en 1953, a los 25 años. Detenido en 1975 por las autoridades comunistas de Saigón, pasó muchos años en la prisión de seguridad de Hanoi, luego fue a un campo de reeducación y terminó bajo arresto domiciliario, donde escribió lo que se considera su testamento espiritual, “El camino de la esperanza”, para los fieles vietnamitas de su país y de la diáspora. Tras 13 años de prisión, nueve de ellos en total aislamiento, y sin haber sido sometido a ningún proceso judicial, fue liberado con la obligación de residir en el arzobispado de Hanoi y sin poder ejercer su ministerio pastoral.

Después de 1991, comenzó su vida en el exilio, lejos de Vietnam pero no de su Iglesia, a la que siguió estando cerca ayudando en actividades sociales y caritativas, especialmente hacia los leprosos del país, a través de la reparación y construcción de iglesias, siempre con gran atención a los sacerdotes, las comunidades religiosas, la formación de seminaristas, catequistas y laicos, y siempre continuando con la predicación del perdón y la reconciliación.

Un hombre de esperanza

Van Thuan había vivido las necesidades y privaciones de sus fieles, muchos de los cuales sufrieron el martirio por su fidelidad a Dios, y, hasta el final -continúa Melo- “su vida en la tierra fue una donación total a Dios, por lo que nos ha dejado un testimonio de alegría, porque hasta el final fue un hombre alegre”.

Además, todavía tiene muchas cosas que decir a los cristianos de hoy, que viven la condición de ser el grupo religioso más perseguido del mundo a causa de su fe. “Nos deja a todos -explica Melo- su ejemplo de vida en la fe en Cristo resucitado y en el amor que tenía a la Virgen. Y luego nos da un ejemplo admirable de libertad, de testimonio de Cristo crucificado y resucitado, y de esperanza, en la que hay que perseverar, incluso ante tanta violencia y persecución, gracias a la confianza total en la voluntad de Dios. Por eso, el cardenal es conocido como el hombre de la esperanza”.

Esperando el milagro

Sólo falta el milagro para la beatificación del cardenal vietnamita, declarado venerable por el Papa Francisco el 4 de mayo de 2017, “y eso es lo que todos estamos esperando” -sonríe Melo que, mientras tanto- pone “en práctica la enseñanza de la esperanza en este momento tan importante para la causa”. El Dicasterio está firmemente comprometido con la difusión de la vida de Van Thuan, su espiritualidad y sus virtudes, que “ya han sido reconocidas por el Santo Padre”, dice Melo, “y lo han convertido en Venerable”.

Estamos en contacto con personas de los cinco continentes que rezan para que el Señor, por intercesión del propio cardenal, nos conceda un milagro que lleve a su beatificación”. “Este deseo”, concluye Luisa Melo, “lo encomendamos a Dios y agradecemos a todas las personas que están rezando con nosotros”.